Los trabajos de siembra continúan en las provincias norteñas y sólo se registra humedad en los perfiles sobre Tucumán y determinadas áreas del norte de Jujuy. En el primer caso, el cultivo atraviesa las etapas fenológicas tempranas, en condiciones favorables, requiriendo futuros aportes pluviales para descartar mermas en el potencial. En Salta, prevalecen los almacenajes deficitarios y, de no cumplirse las previsiones climáticas de corto plazo, se suspendería la siembra y podrían quedar hectáreas fuera del circuito productivo.
Si nos desplazamos hacia el NEA, la cobertura sigue su curso y casi un 70% del área ha sido realizada. Es un hecho que los trabajos se están llevando a cabo en fechas posteriores a las óptimas, pero todavía sin comprometer la superficie planificada. Seguidamente, sobre el centro – norte de Santa Fe, se corrobora la finalización de la implantación, luego de lotes resembrados y otros que directamente se han perdido. Los cultivos de primera, que están atravesando la floración, lo hacen bajo estrés hídrico y térmico. Algo mejor posicionados están los ciclos de segunda que aún transitan el desarrollo vegetativo.
En el núcleo productivo se evidencian sucesivos deterioros en los cultivos, con muerte de plantas en lotes sembrados en fechas tempranas. Otros persisten más allá de exhibir retrasos importantes en su desarrollo agronómico, con plantas que no alcanzan a cubrir los entresurcos. En líneas generales, los cultivos están entre finalizando la floración e iniciando el llenado de grano (etapas reproductivas). En cuanto a los ciclos tardíos y de segunda, transitan las fases agronómicas iniciales (expansión foliar) que aún resisten a las condiciones secas y las temperaturas cálidas de las últimas semanas. En este caso, se requiere de precipitaciones inmediatas y así evitar la aparición de plántulas muertas de lotes que sufren de estrés hídrico.
Resulta útil visualizar la evolución general de los cultivos de soja y hacer un contraste con campañas anteriores. En el gráfico siguiente (1° parte) representamos el porcentaje de hectáreas en buen y excelente estado, es decir, que apuntan a rendimientos superiores a la media. Lógicamente que, dadas las circunstancias mencionadas, este guarismo es ínfimo y está midiendo un 3%. A modo de referencia, en la campaña anterior se ubicaba en un 29%, mientras que, dos años atrás, alcanzaba un 21%.
Luego, en la 2° parte, apreciamos un indicador similar, pero que señala la proporción de lotes en estado de regular a malo, que apuntan a rendimientos inferiores al promedio. Actualmente, un 60% del área se ubica en esta categoría, superando al 27% sondeado en 2022 a misma fecha y al 10% observado hace dos años. En función del devenir climático, dichas variables se irán ajustando en un sentido u otro.